Gonzalo Sanz Segovia | 07/10/2025
Ciudad de México es una Ciudad de contrastes en todos los aspectos. En sus casi 1.500 km2 de extensión, coexisten inmensos rascacielos y pequeñas iglesias del siglo XVI, barrios de lujo y zonas marginales. Situada en un valle y rodeada de montañas y volcanes, CDMX es un diálogo constante entre pasado y presente, entre la naturaleza y una intensa vida urbana.
La profunda cicatriz de los terremotos de 1985
México es vulnerable a varios desastres naturales debido a su ubicación geográfica, pero especialmente susceptible a los terremotos, ya que interactúan cinco placas tectónicas bajo su territorio. Uno de los más terribles de la historia cumple ahora 40 años. El 19 de septiembre de 1985 Ciudad de México fue sacudida por un sismo de magnitud 8.1 en la escala Richter durante un minuto y medio. Aunque aún hoy no se conoce con exactitud la cifra de víctimas ni los daños materiales, la Comisión Económica para América Latina (CEPAL) contabilizó más de 20 mil fallecidos, unas 250 mil personas se quedaron sin hogar y numerosos edificios emblemáticos de la ciudad se derrumbaron. Los daños económicos fueron catastróficos: el PIB de México sufrió una caída estimada del 2,4%.
Tras aquel desastre, México impulsó la creación del Centro Nacional de Prevención de Desastres (CENAPRED), inaugurado en 1990 con el apoyo del gobierno de Japón. Concebido como un organismo técnico y científico, marcó un cambio de paradigma al priorizar la prevención y gestión prospectiva del riesgo. En estos 35 años, ha sido clave en la generación de conocimiento, el desarrollo de tecnologías de monitoreo, la elaboración de normativas y el impulso de una cultura de autoprotección.
Además de consolidarse como referencia nacional e internacional en la reducción de riesgos, el CENAPRED se unió en 2023 a universidades locales, organizaciones civiles y coordinadores estatales de protección civil para la creación de la Red Nacional de Escuelas e Instituciones para la Capacitación, Certificación y Profesionalización en Protección Civil y Gestión Integral del Riesgo. Esta iniciativa busca unir a académicos, gobiernos y ciudadanía con el propósito de fortalecer la formación de recursos humanos especializados y avanzar hacia una cultura del riesgo más sólida y efectiva.
Estos organismos trabajan en estrecha colaboración con el Servicio Sismológico Nacional ante una amenaza constante: en los primeros ocho meses de 2025 se registraron más de 21.000 movimientos sísmicos; en 2024, se reportaron en total 33.418 eventos. Asimismo, se desarrolló la Red Acelerográfica de la Ciudad de México (RACM), perteneciente al Centro de Instrumentación y Registro Sísmico (CIRES), operativa desde 1987, con una red de sistemas que registra la aceleración del suelo para que ingenieros y especialistas analicen el comportamiento de las estructuras y actualicen los reglamentos de construcción. Esta información es de acceso público en tiempo real.
Ciudad de México, cada vez más preparada
Cuatro décadas después del gran terremoto, Ciudad de México continúa siendo un lugar complejo y desafiante ante los riesgos naturales, pero cada vez más preparado para afrontarlos. Capital del país y una de las diez urbes más pobladas del mundo —con más de 22 millones de habitantes en total—, está expuesta no solo a sismos, sino también a otros fenómenos como inundaciones o emisiones volcánicas.
En este contexto, ha conseguido confeccionar una gestión integral del riesgo meticulosa y eficiente, basada en el conocimiento científico, la innovación tecnológica y la participación ciudadana. Ese sistema, basado en una serie de protocolos y mecanismos, es conocido como C5 (Centro de Comando, Control, Cómputo, Comunicaciones y Contacto ciudadano), cuyos servicios operan las 24 horas de cada día del año, y que juega un papel fundamental en la coordinación de respuestas ante cualquier crisis de seguridad.
Para poner a prueba probar y fortalecer los mecanismos de alerta y respuesta ante sismos y otros fenómenos de riesgo, y fomentar la cultura de prevención entre la población, el pasado 19 de septiembre se celebró en todo el país el Segundo Simulacro Nacional 2025, organizado por la Coordinación Nacional de Protección Civil (CNPC), con el supuesto de un sismo de magnitud 8,1. Durante el simulacro, más de 80 millones de mexicanos recibieron un mensaje de alerta en sus teléfonos móviles, y equipos especiales realizaron ejercicios de rescate, evacuación y extinción de incendios, entre otros supuestos de emergencia. Las imágenes de la jornada muestran el notable éxito de la experiencia. Septiembre ha sido declarado en el país como el ‘Mes de la Protección Civil’ desde 2004.
Inundaciones: desafío multiplicado por la urbanización
En términos de magnitud, los terremotos son el desastre natural más amenazante al que se enfrentan los mexicanos de la ciudad capital. No obstante, la gestión hídrica representa otro de los desafíos a los que sus gobernantes han de hacer frente.
Por un lado, el abastecimiento de agua, que en una ciudad de tales dimensiones ha generado tensiones en algunas áreas. Por otro, las inundaciones, a las que está especialmente expuesta debido a que se encuentra en pleno Valle de México, sobre un sistema de lagos con sedimentos blandos y con extensos sistemas de extracción de agua subterránea para satisfacer la gran demanda hídrica.
Para afrontar este reto, la Secretaría de Gestión Integral del Agua (SEGIAGUA) implementó una red de pluviómetros por toda la Ciudad, cuyos datos también son accesibles para sus habitantes. Otro de los proyectos clave de mitigación del riesgo ha sido el Túnel Emisor Oriente (TEO), una infraestructura con casi 62 kilómetros de largo diseñada para desviar aguas pluviales y residuales hacia un sistema de drenaje profundo.
El crecimiento urbano acelerado, la canalización de ríos convertidos en vías urbanas y la deforestación de las cuencas hidrográficas han complicado la capacidad de prevención ante los temporales que afectan cada año a miles de habitantes. No obstante, el sistema de respuesta se ha fortalecido y ha demostrado ser ágil en situaciones críticas.
Las imágenes de calles anegadas en la capital mexicana son recientes: en verano de 2025 se registraron cifras históricas. Solo la noche del 31 de julio cayeron más de 38 millones de metros cúbicos de agua, sobre todo en el sur de la ciudad, causando daños en la infraestructura urbana, cortes de tráfico y desbordamiento de ríos. En septiembre, aunque con menor intensidad, otro episodio de lluvia y viento acumuló casi 20 millones de metros cúbicos, lo que obligó a desplegar un operativo especial con brigadas, maquinaria y unidades de desazolve y bombeo.
Contaminación y cambio climático
La Ciudad de México ha desarrollado numerosas estrategias para mitigar los efectos del cambio climático. Desde su gobierno, se puso en marcha un Programa de Acción Climática que contempla ocho ejes estratégicos: movilidad sostenible, energía solar, control de residuos, gestión hídrica y recuperación fluvial, revegetación del campo y la ciudad, resiliencia urbana, cultura climática y calidad del aire.
Este último punto, la contaminación, es especialmente grave, ya que Ciudad de México cuenta con una de las peores calidades de aire del mundo, y sufre altos niveles de ozono y partículas finas que afectan a la salud de millones de personas. Las fuentes de contaminación son producto principalmente de la combustión de fuentes fósiles de energía, usadas esencialmente en el transporte.
Para corregir esta situación, la Secretaría de Medioambiente (SEDEMA) ha impulsado acciones para mejorar la situación atmosférica y el calentamiento global, que comparten causas y soluciones, como el fortalecimiento del monitoreo y su aplicación digital, promoción de tecnologías limpias y transición energética a nivel industrial, comercial y doméstico. La visión a largo plazo, expresada en su agenda metropolitana, busca una transformación firme y sostenible que reduzca las emisiones, mejore la salud pública y aumente la resiliencia urbana.
