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Programas para empleados frente al envejecimiento demográfico

Cristina Leon Vera | 28/08/2025

El envejecimiento de la población plantea desafíos inéditos para el entorno empresarial. Sin embargo, este fenómeno demográfico no debe entenderse como un obstáculo, sino que también abre la puerta a nuevas estrategias de gestión del talento y rediseño de beneficios laborales que pueden aportar valor tanto a las organizaciones como a sus trabajadores.

Según datos de Naciones Unidas, para 2050 se prevé que una de cada seis personas en el mundo tenga más de 65 años. Este fenómeno, evidente en muchas economías desarrolladas, está reconfigurando el mercado laboral y obliga a las empresas a gestionar plantillas más longevas, con necesidades, expectativas y trayectorias vitales diferentes a las de generaciones anteriores.

 

Nuevas estrategias

Las estructuras de recursos humanos tradicionales, diseñadas para plantillas más jóvenes y trayectorias laborales lineales, se ven superadas por una realidad en la que los ciclos profesionales se extienden. El envejecimiento de la sociedad obliga a reconsiderar las prioridades en la gestión del talento, favoreciendo una visión más integradora y flexible.

Lejos de tratarse de un grupo homogéneo, las personas mayores de 55 años presentan trayectorias diversas y motivaciones laborales complejas. Muchas desean continuar trabajando por vocación o necesidad, mientras que otras buscan nuevos equilibrios entre la vida profesional y personal.

El final de la vida laboral ya no implica una desvinculación completa. Estas personas pueden seguir aportando valor en otros formatos: como tutorización, asesoría o liderazgo de proyectos. Para ello, es esencial trazar trayectorias de salida que ofrezcan flexibilidad.

 

Planes de pensiones

Una de las respuestas más urgentes a este cambio es el rediseño de los planes de pensiones corporativos. Ya no se trata únicamente de acumular un fondo que se activa con la jubilación definitiva, sino de ofrecer soluciones que acompañen procesos de retiro progresivos. El trabajo a tiempo parcial, combinado con el acceso a una pensión proporcional, se perfila como una de las fórmulas más eficaces para facilitar la transición sin romper bruscamente con la vida laboral.

En paralelo, debe contemplarse una mayor flexibilidad organizativa. Para muchos empleados sénior, lo relevante no es tanto la reducción de jornada como el acceso a esquemas de trabajo que permitan mayor autonomía en la gestión del tiempo, posibilidad de teletrabajo y adaptación de objetivos.

Como complemento a estas medidas, muchas empresas están incorporando programas de educación financiera para orientar a sus trabajadores en decisiones sobre ahorro, inversión y planificación del retiro. Estos servicios contribuyen a la estabilidad económica del empleado y refuerzan la imagen de la empresa como una organización comprometida con su equipo.

 

Salud y bienestar

Con una plantilla más envejecida, los beneficios relacionados con la salud deben evolucionar. Las necesidades médicas cambian con la edad y las organizaciones deben preverlo con políticas preventivas más sólidas. Incluir chequeos médicos periódicos, adaptar los puestos desde el punto de vista ergonómico y promover estilos de vida saludables tiene un impacto directo en la salud del personal, así como en la productividad y en los costes derivados de las bajas laborales.

El bienestar emocional se vuelve aún más relevante. La etapa de la madurez puede implicar desafíos personales como el cuidado de familiares dependientes, el duelo o la preparación para la jubilación. Iniciativas como programas de acompañamiento psicológico, talleres de manejo del estrés o actividades de mindfulness son cada vez más valoradas por empleados y empleadores.

 

Talento sénior: aprendizaje y legado

Uno de los prejuicios más persistentes es considerar que la formación deja de ser relevante en los tramos finales de la vida laboral. Muy al contrario, los empleados sénior muestran un interés creciente por mantenerse actualizados, especialmente en competencias digitales, habilidades de liderazgo o cambios normativos. Invertir en su desarrollo no solo mejora su desempeño, sino que refuerza su autoestima profesional y sentido de pertenencia.

La posibilidad de reorientar su rol también cobra importancia. Algunos optan por pasar a funciones de menor exigencia física; otros buscan contribuir desde la mentoría o la formación interna. Ofrecer estas alternativas, además de retener talento, transforma a los empleados sénior en un puente activo entre generaciones.

El reconocimiento explícito de la trayectoria es otro elemento crucial. Más allá de incentivos económicos, muchas personas valoran el legado profesional que dejan, el respeto institucional y el sentido de propósito. Programas que visibilizan el impacto de su carrera —mediante testimonios, actos conmemorativos o proyectos finales— fortalecen la cohesión organizacional y consolidan una cultura inclusiva.

 

Riesgos de no actuar

Ignorar esta transformación supone costes importantes. La ausencia de medidas adaptadas puede derivar en rotaciones imprevistas, pérdida de competencias y entornos laborales poco amigables para trabajadores de más edad. Asimismo, la desconexión entre las políticas internas y las expectativas de los empleados puede deteriorar la reputación de la compañía, especialmente en un contexto donde la inclusión y la diversidad generacional ganan peso.

Las compañías que no prevén estas dinámicas podrían enfrentarse, además, a mayores costes en salud laboral, menor compromiso de sus plantillas y dificultades crecientes para atraer talento en mercados ya tensionados.

 

La madurez como activo corporativo

Las organizaciones que adaptan sus programas de beneficios a esta nueva realidad demográfica están en mejor posición para obtener ventajas competitivas sostenibles. La fidelización del talento sénior, que a menudo valora la estabilidad, el reconocimiento y el propósito laboral, representa un recurso estratégico de alto valor. A su vez, la convivencia de distintas generaciones en el entorno laboral enriquece la colaboración, promueve el intercambio de conocimientos y amplía las perspectivas para la innovación.

En este contexto, las políticas inclusivas que abarcan todas las etapas del ciclo laboral —desde la incorporación y el desarrollo profesional hasta la transición hacia la jubilación — refuerzan la cohesión interna y mejoran la percepción externa de la organización. Esta reputación, construida sobre la base de una gestión del talento diversa y sostenible, se consolida como un factor clave para atraer y retener perfiles cualificados en un entorno en permanente evolución.

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