Cristina Leon Vera | 07/08/2025
La tecnología CCUS se perfila como clave en la lucha contra el cambio climático, al permitir capturar, reutilizar y almacenar CO₂ de sectores industriales difíciles de descarbonizar.
El Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) número 13 del Pacto Mundial de la ONU, enfocado en la “Acción por el clima”, recoge el compromiso de reducir las emisiones de dióxido de carbono (CO₂), uno de los principales gases de efecto invernadero.
Para lograrlo, es necesario avanzar en la implementación de tecnologías de gestión de carbono y, en particular, en las CCUS (Carbon Capture, Utilization, and Storage), que permiten atrapar el CO₂ generado por grandes fuentes emisoras —principalmente en áreas industriales— para su posterior uso o almacenamiento seguro. Esto se ha convertido en una herramienta clave para combatir el cambio climático. Su aplicación es particularmente necesaria en sectores de difícil electrificación a corto plazo (como la industria del cemento o la siderúrgica), ya que contribuyen de forma decisiva al objetivo de reducir al menos un 55% las emisiones netas de gases de efecto invernadero respecto a niveles de 1990.
¿Cómo funciona la tecnología CCUS?
La captura de CO₂ es el primer paso en la tecnología CCUS. Su objetivo es producir una corriente controlada de este gas hasta un espacio de almacenamiento. Existen varias técnicas disponibles según el tipo de fuente emisora:
- Postcombustión. Es la técnica más común y se utiliza principalmente en plantas de generación de energía. El CO₂ es capturado de los gases que emanan durante la quema de combustibles fósiles y pasa, directamente, a un depósito de almacenamiento. Este sistema está ya ampliamente implantado en centrales de gas natural, petróleo y carbón.
- Precombustión. Este procedimiento se realiza antes de la combustión, mediante un proceso de gasificación que descompone el combustible en sus elementos básicos. Una vez obtenida esta mezcla, se separa el monóxido de carbono (CO) que, tras un proceso conocido como “shift de gas” (en el que se combina con agua) se convierte en CO₂. Este se captura y se almacena para otros fines industriales.
- Oxicombustión. La combustión se realiza con oxígeno puro en lugar de aire, para evitar la presencia de nitrógeno —que constituye el 78% de este elemento— y lograr que la temperatura de reacción sea más alta, lo que produce un gas de combustión compuesto casi en su totalidad por CO₂. Esta técnica se utiliza principalmente en centrales térmicas y procesos industriales.
La mayoría de estos sistemas captura en torno al 85% del CO₂. Tras este proceso, es necesario transportarlo y almacenarlo de manera que se minimice el impacto ambiental y se mantenga el coste a un nivel asumible. Las opciones más comunes incluyen:
- Formaciones geológicas. Se inyecta en masas subterráneas, como antiguos yacimientos de gas o petróleo, en acciones cuidadosamente monitorizadas por motivos de seguridad.
- Acopio oceánico. Se transporta y se almacena a grandes profundidades, donde las condiciones de alta presión y baja temperatura favorecen que se mantenga en forma líquida o supercrítica (es decir, ni completamente líquida ni completamente gaseosa).
- Carbonatación mineral. Se mezcla con minerales ricos en calcio, como la serpentinita, para formar carbonatos sólidos que pueden guardarse durante grandes periodos de tiempo de forma estable y segura.
Posibles usos del CO2 capturado
Según el informe de la IEA (Agencia Internacional de Energía) de 2023, existe un gran potencial para reutilizar el CO₂ recuperado, aunque en la actualidad solo se aprovecha en torno al 15-20% en usos comerciales. Es relevante porque supone una ventaja adicional en términos de sostenibilidad. Algunas de las aplicaciones más comunes son:
- Uso industrial: El CO₂ capturado puede ser utilizado como materia prima en diversas industrias, como la química o la cementera. También se ha utilizado con éxito en la industria alimentaria, para carbonatar refrescos y bebidas gaseosas.
- Agricultura: El CO₂ se inyecta en los invernaderos para aumentar el crecimiento de los cultivos, ya que favorece una fotosíntesis más eficiente, lo que resulta en un crecimiento más rápido y una mayor producción.
- Producción de combustibles: Se puede transformar en combustibles sintéticos, como gasolina, diésel o metanol. Combinado con energía renovable, podría ser clave para mejorar la eficiencia medioambiental de sectores difíciles de electrificar, como el transporte aéreo, marítimo y pesado.
Un desafío compartido
El Global CCS Institute, think tank internacional cuya misión principal es acelerar el despliegue de la captura y almacenamiento de carbono, destaca en su último informe la relevancia de la colaboración internacional para el crecimiento de la industria CCUS. Para que este avance sea posible, es preciso realizar un esfuerzo global que implique la colaboración integral de gobiernos, sector privado y comunidad científica. La cadena de valor CCUS ha logrado afianzarse en algunas regiones (como Arabia Saudita, Países Bajos o EE.UU.) gracias, precisamente, a una estrecha colaboración público-privada, que ha impulsado la innovación y ha permitido el desarrollo de nuevos modelos de negocio.
Según los últimos datos recabados, existen 50 instalaciones operativas de captura y almacenamiento a nivel global, y 628 proyectos en desarrollo (44 de ellos ya en proceso de construcción, por lo que pronto estarán también en funcionamiento). Las ventajas obtenidas de las iniciativas CCUS son múltiples y de gran impacto:
- Reducción de emisiones. La captura y almacenamiento de CO₂ reduce directamente las emisiones de gases de efecto invernadero, un factor clave en la lucha contra el cambio climático.
- Potencial de reutilización. Como hemos desglosado previamente en este artículo, el CO₂ capturado puede ser reutilizado en múltiples industrias, fomentando una economía circular y la creación de empleos verdes.
- Descarbonización de sectores críticos. Existen industrias difíciles de electrificar que, gracias a la tecnología CCUS, pueden adaptarse a normativas más estrictas de sostenibilidad, ayudando a reducir sus emisiones y a seguir siendo viables a largo plazo.
- Generación de empleo. Esta industria también impulsa la creación de nuevos puestos de trabajo, especialmente en sectores como la ingeniería, la energía y la infraestructura de transporte.
Desafíos de implantación
A pesar de los avances en los proyectos de gestión del carbono, con un aumento exponencial en su desarrollo, aún queda un largo camino por recorrer para lograr la escala necesaria de despliegue de las tecnologías CCUS. Su crecimiento está supeditado a grandes inversiones en infraestructura, así como redes de transmisión y sistemas de transporte. Aunque se están viendo progresos, también hay desafíos que superar:
- Costos elevados. El proceso de captura, transporte y almacenamiento de CO₂ sigue siendo caro, y la erosión de políticas de apoyo debido a presiones inflacionarias y altas tasas de interés están dificultando su adopción a gran escala.
- Percepción pública. Existe aún una importante reticencia por parte de algunas comunidades a la hora de acoger proyectos de almacenamiento, especialmente debido a preocupaciones sobre la seguridad y la incertidumbre sobre el impacto a largo plazo. Según la IEA, el apoyo internacional y la información veraz pueden facilitar un despliegue más rápido y eficiente de estas iniciativas.
- Contexto de industria. Aunque existe un fuerte impulso internacional y ejemplos exitosos en diversas regiones, la tecnología CCUS aún no se ha consolidado como una industria madura. Para que avance a gran escala es fundamental que se establezca una identidad clara como sector industrial, lo que permitirá avanzar en áreas clave como el desarrollo tecnológico, la creación de marcos regulatorios adecuados y la capacitación de personal especializado.
