Cristina Leon Vera | 31/07/2025
Los laboratorios móviles con reactores nucleares están cobrando protagonismo como una solución energética para regiones remotas. Aunque ofrecen múltiples ventajas, no debe subestimarse ciertos riegos relacionados asociados a su actividad.
Estas centrales son instalaciones móviles, que, en principio, podrían ir colocadas sobre plataformas marinas, estructuras flotantes o embarcaciones, y que emplean tecnología nuclear para diversas finalidades; principalmente científicas o energéticas, pero también militares.
Las centrales nucleares flotantes, o FNPP por sus siglas en inglés, son capaces de generar electricidad para zonas aisladas, pueden servir como soporte de bases militares o científicas y, a la vez, aportar resiliencia ante las crisis climáticas. Actualmente ya son una realidad tecnológica, aunque la mayoría aún se encuentra en fase de desarrollo. Su expansión, sin embargo, plantea desafíos importantes: diplomáticos, logísticos y medioambientales.
Programas en marcha y proyectos
La imagen tradicional de una central nuclear suele asociarse a grandes instalaciones en tierra firme, pero no siempre es así. En el puerto ártico de Pevek (extremo oriental de Rusia) un barco de 140 metros de eslora produce electricidad para miles de habitantes desde 2020. Nos referimos al Akademik Lomonosov, la primera central nuclear flotante del mundo.
Esta planta, que flota en el mar de Chukotka con dos reactores KLT-40S, fue construida por la corporación rusa Rosatom. En cuanto a su capacidad, puede producir hasta 70 MW eléctricos y 50 MW térmicos, y ha supuesto el punto de partida de una tendencia energética. De momento es la única operativa, pero según el Organismo Internacional de Energía Atómica (International Atomic Energy Agency – IAEA); países como Canadá, China, Dinamarca, Corea del Sur, Rusia y Estados Unidos ya están trabajando en diseños de reactores modulares pequeños para uso marino, algunos de ellos en fase avanzada de desarrollo.
En el caso de China, su Consorcio General Nuclear está montando una plataforma similar, basada en reactores ACPR50S, destinada a generar energía para islas o para la industria offshore, tal y como detalla el Foro Nuclear. También EE.UU. y Canadá están realizando análisis y diseños conjuntos y, desde 2022, financian estudios de viabilidad y trabajan en un prototipo en desarrollo. Por otra parte, Corea del Sur espera que su proyecto de una barcaza con reactor de sales fundidas compacto vea la luz en 2030.
Energía, ciencia y aplicación militar
Las centrales nucleares flotantes están diseñadas para llevar electricidad a zonas aisladas, como islas, áreas polares o comunidades rurales que carecen de acceso estable a redes de distribución. Además, con su energía, pueden alimentar plantas desaladoras, centros industriales o instalaciones científicas.
Estas plantas son estructuras modulares, fabricadas en astilleros como si fueran buques y remolcadas hasta el lugar de destino. Una vez en el mar, se conectan a la red local o actúan de forma autónoma. Su fácil transporte las hace versátiles: resultan útiles no solo para el sector energético, sino también para el ámbito militar y estratégico, al poder abastecer bases o enclaves temporales.
En el plano civil, también se conciben como plataformas de investigación científica, e incluso podrían funcionar como estaciones flotantes de comunicaciones. Sin embargo, su potencial ha despertado el interés de la industria militar. Resultan muy atractivas para aplicaciones militares por su capacidad de suministro energético autónomo y su reducido perfil térmico.
Esto plantera posibles riesgos, ya que su carácter de infraestructura dual las convierte en posibles blancos en escenarios de conflicto. Preocupan especialmente el espionaje, el terrorismo o la piratería para sabotear o secuestrar la FNPP. Como respuesta, se está estudiando dotarlas de sistemas biométricos o seguridad subacuática.
Mantenimiento y seguridad: una logística compleja
Como toda infraestructura nuclear, estas plantas requieren un mantenimiento complejo. En este caso, una de sus ventajas es que puede hacerse fuera del emplazamiento operativo, ya que la barcaza puede ser remolcada al astillero para revisiones, modernización de equipos o recarga de combustible.
Según la empresa Rosatom, el Akademik Lomonosov necesita sustituir su combustible cada 3 años y regresar a puerto cada 12 años para una revisión integral. Poder elegir el lugar en el que hacerlo permite evitar la manipulación de materiales radiactivos en zonas pobladas. Aun así, requiere de una infraestructura logística especializada y estrictas medidas de seguridad durante los traslados.
Otra amenaza para las FNPP son los eventos climáticos. Aunque las centrales están diseñadas para resistir condiciones marítimas extremas, siguen siendo vulnerables. Tormentas fuertes o maremotos pueden suponer un factor de riesgo para el reactor, e incluso provocar vertidos.
La seguridad es un desafío no solo por el clima, sino también por posibles accidentes navales o ataques deliberados. Las autoridades internacionales ya han advertido sobre posibles amenazas terroristas y ciberataques. De ahí que los diseños más recientes estén incorporando sistemas de vigilancia, refuerzos estructurales e inteligencia artificial para proteger las instalaciones.
Y es que una fuga radiactiva podría tener efectos devastadores sobre los ecosistemas marinos. Uno de los primeros modelos, el reactor flotante militar de Estados Unidos, MH-1A Sturgis (primer intento y ya desmontado), reveló que el desmantelamiento y la gestión de los residuos producidos puede durar décadas.
Beneficios para la crisis climática
A pesar de los riesgos, estas centrales flotantes podrían desempeñar un papel destacado en la transición energética global. Por su operativa, pueden complementar a las energías renovables gracias a sus bajas emisiones y funcionar de manera constante, especialmente en regiones donde el viento o el sol son irregulares.
Además, ofrecen ciertas ventajas frente a las catástrofes naturales. Al estar ubicadas en el mar, son menos vulnerables a terremotos o incendios forestales. De hecho, podrían emplearse como soluciones de emergencia en zonas que afectadas por conflictos que interrumpan el suministro energético.
Empresas como la estadounidense Core Power o el consorcio asiático ThorCon están desarrollando modelos basados en reactores modulares pequeños, con operaciones piloto previstas para antes de 2030, según ambas compañías.
Cabe destacar que las centrales nucleares flotantes tienen una regulación ambigua. Su estatus legal puede resultar confuso, ya que pueden operar en aguas nacionales, internacionales o ambas. Actualmente, deben cumplir tanto con las normas marítimas de la OMI (Organización Marítima Internacional) como con las normas nucleares del Organismo Internacional de Energía Atómica (IAEA).
Esta última organizó en 2023 un simposio específico para abordar estos desafíos. En la inauguración, el director general Rafael Mariano Grossi afirmó que muchos países ya están considerando activamente esta tecnología. Sin embargo, subrayó la necesidad de analizar con profundidad las salvaguardias y las implicaciones legales y regulatorias internacionales.
Las centrales nucleares flotantes representan una frontera tecnológica emergente, capaz de transformar la manera en que producimos y distribuimos energía en entornos extremos o inestables. Aunque su desarrollo plantea retos en términos de seguridad, sostenibilidad y regulación, su capacidad para operar con flexibilidad las convierte en una herramienta estratégica para el futuro energético global.
