Cristina Leon Vera | 02/09/2025
La inteligencia artificial avanza con una rapidez que desafía precedentes y ya está reconfigurando el orden mundial. Estados Unidos y China lideran una pugna tecnológica que podría definir el siglo XXI. En este pulso global, empresas, gobiernos y ciudadanos son arrastrados hacia un futuro tan lleno de promesas como de incertidumbres.
En la última década, la inteligencia artificial (IA) ha pasado de ser una promesa científica a una presencia cotidiana. Desde los asistentes hasta los sistemas de recomendación, la IA ya moldea decisiones, hábitos y relaciones humanas. Ha dejado de ser una herramienta del futuro para convertirse en una realidad omnipresente.
La era de los modelos generativos
Lo que realmente ha marcado un punto de inflexión es el desarrollo de los llamados modelos fundacionales, como los transformers, capaces de procesar texto, imagen y voz con una coherencia sorprendente. Estas arquitecturas, basadas en redes neuronales, han impulsado una nueva generación de sistemas como GPT-4o, Claude, Gemini o LLaMA, que generan imágenes hiperrealistas, música o vídeos de calidad profesional a partir de simples instrucciones escritas.
El progreso es vertiginoso. Cada pocos meses, una nueva versión desplaza los límites de lo posible. En China, modelos como DeepSeek-V3 ya compiten en rendimiento con los mejores modelos estadounidenses, pero con una fracción del coste computacional. En febrero, OpenAI lanzó GPT-4.5, una evolución con mayor capacidad multimodal y una ventana de contexto de 128.000 tokens, lo que permite procesar documentos extensos con una comprensión casi humana.
En mayo, Google DeepMind sorprendió con Alpha Evolve, un sistema capaz de redescubrir algoritmos matemáticos complejos. Mientras tanto, Anthropic ha desarrollado Claude 3.5 Sonnet y ha comenzado a experimentar con agentes autónomos que pueden operar software, navegar por internet o realizar tareas complejas con supervisión mínima, aunque no hay aún un agente público plenamente autónomo disponible.
La nueva carrera tecnológica
Este avance ha desencadenado una carrera global que va más allá de la innovación. Se trata, en esencia, de una batalla por el liderazgo en la próxima gran revolución industrial. El gigante asiático y Estados Unidos encabezan este pulso por la supremacía digital. Mientras el primero domina en volumen de publicaciones científicas y patentes, el segundo conserva la ventaja en calidad investigadora y liderazgo empresarial.
Sin embargo, esa diferencia se acorta. Expertos estiman que la brecha tecnológica se ha reducido a tan solo unos meses en áreas clave como la generación de lenguaje y la visión por computador.
Esta competencia ha desencadenado una nueva guerra comercial, donde no solo se disputan chips y datos, sino también regulaciones, talento y control de infraestructuras digitales críticas.
EE.UU. y China, cara a cara
El panorama está protagonizado por actores colosales. OpenAI, respaldada por Microsoft, ha sido pionera en la expansión global de los modelos de lenguaje. Google DeepMind lidera en el desarrollo de IA con capacidad general, como AlphaFold, que logró predecir la estructura tridimensional de las proteínas, un desafío que la biología llevaba décadas intentando resolver.
Meta, con su recién creada división de Superinteligencia, ha fichado a algunos de los mayores talentos del sector en una apuesta decidida por alcanzar una inteligencia artificial general (AGI).
China, por su parte, ha tejido una red de colaboración entre empresas privadas, centros de investigación y agencias estatales. Instituciones como el Beijing Institute for General Artificial Intelligence (BIGAI) apuestan por paradigmas innovadores de aprendizaje autónomo. Startups como DeepSeek no solo rivalizan en resultados, sino que lo hacen con presupuestos notablemente inferiores: entre 5 y 6 millones de dólares, frente a los más de 100 millones que cuestan los grandes modelos occidentales.
También han surgido otros modelos aplicados con gran impacto económico. Un ejemplo destacado es Tongyi Qianwen, desarrollado por Alibaba y utilizado en comercio electrónico, atención al cliente y productividad. De forma independiente, la startup Monica AI presentó al agente autónomo Manus, capaz de ejecutar tareas complejas sin supervisión continua.
Políticas enfrentadas
En este contexto, los gobiernos empiezan a jugar un papel central. La administración estadounidense ha activado recientemente un plan de acción nacional con inversiones públicas, restricciones de exportación y asociaciones estratégicas.
China, en cambio, aboga por un modelo de gobernanza multilateral, basado en la cooperación internacional y en el respeto por la soberanía de cada país. Ha propuesto marcos comunes para promover un desarrollo ético, seguro y equitativo de esta tecnología, aunque sus planteamientos contrastan cada vez más con las visiones occidentales.
IA para todos
Todo este avance tecnológico ya está impactando la vida cotidiana. La mayoría de las personas interactúan a diario con sistemas de IA, muchas veces sin saberlo. Desde aplicaciones que sugieren precios más bajos hasta herramientas que resumen correos electrónicos, corrigen textos o mejoran fotografías de forma automática. En los móviles, funciones como Apple Intelligence o el nuevo Galaxy AI permiten traducir conversaciones en tiempo real o crear imágenes personalizadas con una simple descripción.
Además, la IA generativa ya puede ejecutarse localmente. El modelo SD 3.0 Medium, desarrollado por Stability AI y AMD, permite generar imágenes de alta calidad directamente en portátiles sin conexión a internet, democratizando el acceso creativo.
También en campos sensibles como la salud, la IA empieza a marcar la diferencia. Se utiliza para identificar enfermedades antes de que aparezcan síntomas, elaborar planes educativos adaptados al estilo de aprendizaje de cada alumno o ayudar a personas con discapacidades visuales o cognitivas. Microsoft, por su parte, ha desarrollado MAI-DxO, un sistema experimental de IA médica que ha superado en precisión a los médicos en diagnósticos clínicos complejos, un avance que podría transformar la atención sanitaria.
Sin embargo, la expansión de estas herramientas también plantea interrogantes: ¿Quién controla estos sistemas? ¿Qué ocurre con los datos personales? ¿Qué profesiones desaparecerán? ¿Cómo se asegura que las decisiones de una máquina sean justas?
El horizonte de la superinteligencia
Todo indica que el próximo gran hito será el desarrollo de una inteligencia artificial general (AGI): sistemas capaces de igualar —y eventualmente superar— el rendimiento humano en una amplia variedad de tareas cognitivas. Alcanzado ese umbral, se abre la puerta a una posible superinteligencia, con capacidades que podrían sobrepasar las humanas en razonamiento, creatividad y autonomía.
Lo que hace apenas una década parecía ciencia ficción es hoy un tema central en laboratorios, foros internacionales y gabinetes de gobierno. Sin embargo, el debate global está profundamente dividido. Mientras algunos promueven una aceleración del desarrollo, otros abogan por una pausa o una regulación estricta. Desde figuras como Elon Musk, Sam Altman o Yoshua Bengio, hasta grupos de investigadores independientes, hay un consenso creciente sobre la urgencia de establecer un marco global de gobernanza que garantice seguridad, transparencia y un reparto equitativo de los beneficios.
El dilema es claro: detenerse puede significar perder la carrera, pero avanzar sin coordinación podría desencadenar riesgos incalculables. La disputa ya no es solo tecnológica o científica, sino profundamente geopolítica. En juego no está únicamente quién dominará la próxima gran plataforma industrial, sino también quién establecerá las reglas, defenderá sus valores y liderará el nuevo orden digital. Lo que está en disputa es una transformación tan profunda que podría redefinir no solo la economía o las relaciones internacionales, sino incluso la propia condición humana.
